Los últimos 30 años se han caracterizado por la búsqueda minuciosa de
nuevas alternativas que lleven a los clientes a vivir âexperiencias que quieran repetirâ, para ello se han
incorporado a los
sistemas de gestión corporativa modelos que van, desde la revisión estadística de las costumbres de compra de
los clientes, pasando por la implementación de estrategias como el CRM que en muchos casos no deja de ser más
que un modelo de
aproximación al cliente que no representa saltos cualitativos en la gestión transaccional de la empresa.
Los apóstoles del servicio en las empresas predican por todos los
medios que es preciso hacer del cliente un aliado, que no basta con atender bien al cliente, que estamos en
una época donde podemos
perder al cliente si nos da una mala calificación en el servicio.
Reconocemos que la competencia todos los días se prepara mejor para
la dura batalla de contar con más y mejores clientes pero quizá debemos ir más allá de los desiderátum que
pregonan pero no
proponen. Es preciso ir más allá de los diagnósticos que nacen del deseo de encontrar alternativas que nos
ofrezcan soluciones rápidas y de bajo costo.
En esta breve reflexión quiero mencionar, en primer lugar, los TRES
aspectos claves que permitirán ayudar a construir una estrategia organizacional fuerte y robusta capaz de
consolidar la experiencia
de la fidelización en el cliente y de asegurar alguna ventaja competitiva en los turbulentos mercados en los
cuales tenemos que sobrevivir.
El primero es ATRAER al cliente; es necesario hacer
de los productos que ofrecemos en nuestra compañía un factor de
éxito y que resulten de interés para quienes reconocen que las prácticas que utilizamos son socialmente
responsables y ambientalmente amigables. Los nuevos clientes llegarán por una efectiva gestión comercial es
cierto, pero también por la
capacidad que tengamos de mostrar un diferenciador en el mar de ofertas similares. Vale la pena preguntarnos
si resultamos suficientemente atractivos para los clientes potenciales y entender la razón de ello, es decir,
que no basta
enfrascarnos en la lucha de precios que puede llevarnos al precipicio económico, sino potenciar el atributo
por el cual un cliente esté dispuesto a pagar quizá un poco más de lo nosotros mismos esperamos. Este
componente invita a los
directivos a reflexionar si los recursos que se invierten en publicidad están correctamente orientados a los
resultados esperados o si apuntan a un ejercicio que tiene como consecuencia generar una recordación que los
movilice a
âexperimentarâ una compra en nuestra empresa.
El segundo es CONSERVAR al cliente; una vez que
llega por primera vez a nuestro establecimiento nuestro cliente
potencial, convertido ahora en actual, es preciso hacer que permanezca con nosotros, que genere la re-compra.
Este componente es definitivamente el factor clave de la fidelización y es responsabilidad de TODA la
organización, hacer que el
cliente vuelva, que quiera repetir la experiencia de comprar nuestros productos. Dependiendo de la industria,
serán los que atienden al cliente o los que producen los productos quienes tendrán una mayor oportunidad y
responsabilidad de
conservar al cliente, de atender sus expectativas frente al producto, de reconocer si cumple con los
estándares de calidad prometidos, con la cantidad que necesita, con en el tiempo requerido y por el costo que
está dispuesto a pagar.
Conservar al cliente es un reto cotidiano para la empresa, es una obligación que va más allá de atender su
lista de pedido, se trata de poner toda la operación en función de la satisfacción y superación de sus
expectativas. En muchas
organizaciones no se reconocen políticas claras orientadas a mantener al cliente, por el contrario, se
evidencian comportamientos que generan malestar e inconformidad que lo llevan, más temprano que tarde, a
buscar un mejor proveedor.
Y el tercer componente es DESARROLLAR al cliente; ya sabemos lo difícil que es
atraer nuevos clientes, perderlos es un lujo que no nos
podemos dar, por tanto las estrategias deben concentrarse en hacer que nuestros clientes vuelvan y compren
cada vez más, que amplíen el portafolio de productos que nos compran. En la medida que logramos que nuestros
clientes nos demuestren
su preferencia lo que debemos entender es que se trata de un aplauso que nos obliga a mantener y mejorar
nuestra gestión. El incremento en la facturación hace que la relación con el cliente se torne mucho más sólida
y por tanto más exigente
frente a las expectativas inicialmente planteadas.
Por otra parte, considero de la mayor importancia que diferenciemos
lo que es el DISEÑO del servicio con el PRESTADOR del servicio, esto quiere decir que no todo se arregla con
la âoperación sonrisaâ
quizá la empresa, como lo sugirió hace muchos años K. Albrecht y recientemente Tom Peters, debe asignar
recursos económicos suficientes para generar un vínculo que vaya más allá de lo transaccional, se trata de
producir y mantener confianza
en la relación, de consolidar la credibilidad que nos ofrecen los sistemas de gestión que aseguran un
resultado y unos productos acordes con las expectativas del cliente. El servicio no es un oficio, lo hemos
descrito en otra reflexión, es
una combinación de diversos elementos que en conjunto hacen que nazca la experiencia del servicio.
Por esta razón, cuando se habla de DISEÑO nos referimos al
entendimiento de la ruta que sigue el cliente desde que entra en contacto con nuestra empresa hasta que recibe
lo que espera de nosotros,
entre ellos podemos mencionar el producto, las instalaciones y la tecnología de tal manera que los niveles de
satisfacción puedan ser medidos desde el punto de vista del cliente, es importante no olvidar que una cosa es
el valor ofrecido y
otra el valor percibido, en ese trecho nos ganamos la calificación del servicio. La ruta del servicio permite
identificar que tan complicado es comunicarse con la empresa, cuánto tiempo demora la entrega del pedido, en
cuánto tiempo me
resuelven una inquietud o reclamo, que tan complicada es la compañía en la documentación, los avances
tecnológicos con los que cuenta para atender mi solicitud, etcâ¦
El PRESTADOR del servicio por su parte, es quien ejecuta
esta ruta de acción preparada para satisfacer la expectativa del cliente, es el
responsable de mostrar el rostro amable del servicio, de hacer sentir al cliente como bienvenido y dispuesto a
complacer, atender y entender las peticiones que tiene frente al servicio o producto que espera adquirir. El
prestador debe ser
muy hábil para identificar la expectativa oculta que subyace a la necesidad manifiesta del cliente. Es muy
importante entonces que se tenga el conocimiento del producto para poder ofrecer las características del
mismo, pero también debe
creer y sentir que es la mejor opción (no sólo por la comisión, si la hubiera), se trata del convencimiento
interno que lo lleva a vender los beneficios de una buena compra. El prestador del servicio cultiva las buenas
maneras y entrena las
habilidades sociales que le permitan lucir natural, alegre y siempre dispuesto ante los requerimientos del
cliente. Él es consciente de que su desempeño puede marcar la decisión de volver o no a comprar en el sitio
del cual obtiene no sólo
su sustento económico sino su desarrollo y crecimiento personal y profesional.
Finalmente, es importante tener en cuenta, y no
olvidar que la experiencia que âel cliente quiere repetirâ nace de la percepción y juicio que hace de la
combinación de estos dos
elementos (Diseño y prestación del servicio) ya que, por una parte, evalúa la calidad, cantidad, oportunidad y
costos del servicio recibido y por otra la calidez, conocimiento y carisma de quien lo atendió. Al final, la
libreta de
calificaciones no es solo para la persona, lo es también para la empresa que formuló su PROMESA de
servicio.